Hace muy poquito que he tomado conciencia de que tengo que darle más importancia a la comunicación de Cosas Con K.
Así que llevo unos días empapándome de newsletters y blogs de fenómenas a las que admiro profundamente.
Entre tanto
leer y tomar apuntes, y gracias a Gemma Fillol, he encontrado la palabra que decidí que me acompañaría en
este año: TRANQUILIDAD. Quiero que todas las cosas que haga me
reporten ese estado.
Tengo pendientes colaboraciones que me hacen mucha
ilusión, nuevas colecciones, diseños de nuevas prendas, empezar una newsletter…
Mil cosas que voy a organizar y a meter en el planning anual, pero muy
tranquilamente.
Y es que me
entró una necesidad imperiosa de tranquilidad este otoño pasado. Cambié de
taller: de una habitación de casa a una habitación en una nave industrial compartida con mucha más gente
creativa a mi alrededor. Pero no era suficiente. Es cierto que gracias a eso he tenido una campaña de navidad mucho más relajada, organizada y efectiva, y también que he podido hacer mucha más
producción que otros años, pero las ganas de salir de la ciudad seguían
latentes.
Con todas esas energías puestas en un cambio real, acabo de trasladarme, junto a mi pareja, a una casita en un pueblo
en La Cerdanya. Hemos venido a parar a Llívia sin conocerlo previamente, pero yo ya estoy enamorada del todo.
Sólo instalarme ya me ha cambiado el ritmo vital. Respiro
tranquilidad y me llena. La nieve en el jardín, la puesta de sol desde la
ventana de mi habitación, la montañita que veo desde el taller… Ahora estoy
disfrutando de esa sensación que espero que dure muchísimo.
Y me he dado
cuenta de lo poco que había pensado en la tranquilidad hasta ahora. No es que
no creyera que es importante. Simplemente vivía rodeada de prisa… Desde que la he
introducido en mi vida este invierno, todo fluye.